Soliloquia

Llegué temprano al teatro buscando a mi madre y la encontré molesta, agitada, impaciente. El ambiente estaba denso y los actores y técnicos que solían recibirme con cariño escandaloso, a penas me miraban. Nunca me había sentido extraña en el espacio que era como mi casa desde los 8 años cuando entré en el Taller Infantil de Teatro Estudio. En esos tiempos, estando yo por los 15 o 16 años, mi madre era la jefa del taller de costura del teatro, donde siempre reinaba la alegría y donde todos la querían…pero ese día la encontré, gordita y bajita como era, encimada a la enorme mesa de corte, tasajeando aquella tela como si quisiera cortar de raíz la razón que la indignaba. 

Extrañada, me escabullí al buró de Olguita, aquella súper abuela que dominaba cada rincón del teatro y me dijo en un susurro: 

__Ay mijita...esto está malo...muy malo.

 

De pronto, Raquel salió de su oficina con aquel porte imponente que paralizaba a todos y pasó delante del taller de costura, pero al ver a mi madre adentro, regresó a asomarse a la puerta: 

__ ¿Tú no vas a la actividad María?  

__No Raquel, yo no voy. No cuenten conmigo para eso. Esa actividad no me gusta...

PAUSA…

__…Está bien...no vayas...no pasa nada.

__Sí pasa Raquel, sí pasa. No está bien gritarle a la gente en la puerta de su casa. ¿Y a Mike, Raquel…? Eso es un abuso. ÉL no merece eso. Ni él ni nadie.

__Lo sé María…mejor te quedas, igual la actividad es voluntaria.

__Bueno...en este país, voluntario es lo mismo que obligatorio. 

 

Un silencio hondo quedó flotando en aquel lugar y supe entonces que ya no vería más a Mike...mi maestro. 

 

Yo tenía 8 años y él nos daba las primeras clases de guitarra de nuestras vidas y recuerdo nítidamente su sonrisa de ángel, mientras colocaba mis deditos asustados sobre las cuerdas, en aquel balcón enorme de La Casa de Línea donde nos reuníamos cada sábado. Nuestra maestra Leopoldina Núñez, maestra también de muchos músicos cubanos, lo amaba como un hijo, y a su vera, crecimos con Mike y sus canciones.

“Ay del Amor” es la canción que más he cantado en mi vida. “Diario” ha sido el monólogo que mejor he defendido como actriz. “Pido” ha sido el himno que me ha permitido imaginar el mundo que merecemos y sigo creyendo que aquella frase: “El amor es tormento de uno, es la dicha de dos y es el odio entre tres…”  es el mensaje más tremendo que un pájaro pudo haberle compartido a un caminante... 

 

Dejé de ver a Mike por aquellos tiempos y viví con su música durante todos los días de mi vida. Me fui a conocer el mundo y allá fueron conmigo su música y mi guitarra. Celebré mis 40 años sobre el escenario, le regalé a Venezuela la música que hay en mí y ahí estaban las canciones de Mike tatuadas en mi historia. Y si alguna vez alguien me amó, fue también por escuchar mi voz repleta de los versos de Mike. 

Todos estos años después, lo he vuelto a ver en cada obra de teatro que él ha musicado de este lado del charco, pero jamás me he atrevido a hablarle. De lejos y a salvo de rubores, encontré el mismo ser angelical de mis tiempos de niña confirmando la razón de mi madre al llorar por él.

 

Mike Porcel aparece hoy en la curiosidad cubana como un ejemplo más de una práctica vergonzosa e inhumana que sufrieron muchos como él, pero eso de reconocer el error sigue sin ser conveniente y es mejor hacer borrón y cuenta nueva con la habitual y deshonrosa censura. 

Qué pena que nos cueste tanto crecer y avanzar. 

¿Cuándo llegará el día en que “voluntario” no sea sinónimo de “obligatorio”? 

Marzo/25/2020

Fecha de Publicación: 04/24/20

Comentarios

Deja tu Comentario

Loading
Your message has been sent. Thank you!