Soliloquia

No sé a dónde íbamos ese día, ni qué razón justificaba semejante atuendo. Lo que sí sé, es que mi vestido de organza, salido de las solitarias manos de mi madre, era el trofeo que me tocaba exhibir ese día. Mi misión era clara: "sonríe y flota.".."abre tu falda y flota"...y "no importa que el viento te eleve, sólo déjate llevar y flota"...

 

Para mala suerte, en el momento último de salida, pido a gritos mi urgente necesidad de ir al baño y, concedida la anuencia, me extendí...me extendí...y me extendí con tanto ahínco, que mi madre se extrañó cuando vio que que ocho uñas de sus dedos habían desaparecido entre sus dientes, de tanto esperarme. 

Siendo la propietaria de la llave maestra que abría mi intimidad, una vez que chocó la puerta del baño contra la pared de la derecha, me preguntó con su más tierna demanda:

 

"¿Que coño te pasa?"

 

Acto seguido y sin esperar respuestas, abrió el botiquín que se elevaba sobre el lavamanos de nuestro baño y encontró la pócima mágica... Voló hacia la cocina a por una cuchara...vertió el líquido en su cóncavo y con una pericia ganada en 35 generaciones de automedicación, acercó a mi boca la cucharada sanadora. Fue entonces cuando mi madre vio que me puse negra. 

 

Fue entonces cuando Maria envenenó a Betica. 

 

 

Soy la nieta de dos abuelas salidas de la misma Biblia pero de lados opuestos de la misma calle. Soy la nieta de Belén y Magdalena. De una heredé la berruga, que devino en "un lunar en la barbilla" y de la otra, heredé el arte de contar un cuento que mientras peor contado, mejor. 

 

Belén vivía, con mi hermana y mis primos, en el segundo o tercer piso (no recuerdo) del edificio de la derecha de la calle y Magdalena, en el último cuartico de la izquierda, al final de la enorme escalera del solar o "la ciudadela" en la que vivían quinientas familias y que llamaban "El Portón". Allí, en el cuartico del final, vivían  Magdalena y mi tía Cuca. Mi abuela, ferviente opositora de Fidel y su revolución, permanente expositora de su opinión a viva voz y a la escucha de los vecinos y mi tía Cuca, solterona, sin hijos, con una voz aguda y torpe, trabajadora destacada, comunista hasta la médula, que cuando se le caía algo de las manos gritaba: "¡¡¡ Me cago en los americanos carajo!!! Y mi abuela le respondía a toda voz: "¡¡¡ Cágate en Fidel chica...Cágate en Fideeeelll...!!! Aparte de sus desavenencias, ambas veían por mis ojos y me favorecían sobre todos mis primos que me celaban con razón. En ese cuartico mínimo, se reunían, apretujados, cada domingo, las cinco hijas de mi abuela, los nietos y yo...la preferida.

 

Ahí en "El Portón", cinco años atrás, vivía mi madre cuando conoció a mi padre. Allí anunció que estaba embarazada y desde allí midió día a día la distancia que le separaba de mi padre cuando se enamoró de otra un año y medio después de nacida yo. 

 

Mis abuelas vivían a ambos lados de mi vida, digo..de la calle y compraban en la misma bodega. 

Para ese entonces, mi madre y yo vivíamos con mi prima, que trabajaba en el hospital neurológico con mi madre, en el apartamento que nos dejó mi padre, una vez que el viento alborotó los pedacitos de ropa, tamaño lágrima, que mi madre había cortado y colocado prolijamente en la puerta y que golpearon el asombro de mi padre que no la creyó capaz de cumplir su amenaza. 

Él, casi desnudo, se dio la vuelta y se marchó a casarse con la otra. 

 

Cinco años después, María envenenó a Betica que estaba sentada en el inodoro, vestida de organza rosada. Un grito salvaje salió de la garganta de María: __¡¡¡GRISEEELLLL..!!!!! ¿¿¿QUÉ HAY EN EL POMO DE MEDICINA PARA EL ESTÓMAGO QUE ESTÁ EN EL BOTIQUÍN DEL BAÑO????? Y mi prima respondió desde arriba: __" Formol que traje para las uñas, ¿por quéeee????" __"Porque con eso envenené a Betica"...

Acto seguido mi madre me sacó a rastras por la escalera gritándole a la vecina que tenía nevera y guardaba nuestros alimentos: "¡¡¡Miiirtaaaa...bájame un litro de leche que envenené a Betiiicaaaa!!!" 

No sé porqué tengo grabada la imagen de mis piecitos con zapaticos negros y mediecitas rosadas con vuelito de organza, rebotando escalón por escalón de la escalera de mi casa, como si quisiera flotar y como si mi madre me arrastrara por los pelos mientras bajaba a toda carrera. Mi madre siempre desmintió esa versión del cuento, pero así lo tengo grabado en mi mente. Lo que no recuerdo y ella contaba, es que yo gritaba histriónicamente..."¡¡¡Yo no me quiero moriiiirrrrrr !!!" Junto con llegar a la calle ya estaban todos los vecinos en fila y se pasaban el litro de leche de mano en mano hasta las mías con las que me empiné el contenido hasta el fondo. Al instante detuvieron el primer carro que pasaba, un Chevrolet gris de hacía mil años, impecable y cuidado. A toda prisa abrieron la puerta sin preguntarle al chofer, nos catapultaron adentro mientras le gritaban al chofer: "¡¡¡VUELA PAL HOSPITAL QUE MARIA ENVENENÓ A BETICA!!! Al mismo tiempo ya estaba yo vomitando y mi madre sostenía mi cabeza fuera de la ventanilla diciéndome 

¡¡¡ Alabao niña, vomita afuera que este carro está de lo más bonito" !!! 

Ya en el hospital me hicieron un lavado de estómago y el médico comprobó que de tanto vomitar, me quedé limpiecita. Me mandaron clara de huevo batida sin azúcar, con lo cual los vómitos estuvieron asegurados y sopita de pollo, (alimento por demás anacrónico en esa época...pero ese es otro cuento.)

 

Mientras mi madre y yo volábamos al hospital,  mi prima Grisel fue al teléfono público de la esquina y llamó de inmediato a la casa de mi tia Ana, en la estaba mi tía Cuca de visita. Sonó el teléfono y atendió Cuca:

__Oigooo...

__Cuca, es Grisel. Ay vieja, si tú supieras lo que pasó: María envenenó a Betica. 

En ese instante, cutuplún...Cuca se desmayó. 

 

Mi tía Ana, viendo a Cuca en el piso y el teléfono guindando, coró a auxiliarla mientras gritaba al teléfono:

__¡Cuca, Cuca...¿qué te pasó? Oigo...¿quién es? Cuca...ay Dios mío ¿quéjéstooo???

__Ana...Ana....¿me escuchas???

__Si, quién es???

__Es Grisel.

__Alabao Grisel. Qué le dijiste a Cuca que se desmayó???

__Nada niña, que María envenenó a Betica...

 

Y cutuplún...Ana se desmayó...

 

Al otro día, ya el bodeguero Juan estaba al tanto de todos los pormenores de la tragedia, gracias a su amistad con mi abuela Magdalena que le contó. Fue así, que llegando mi abuela Belén a la bodega, a comprar algunas menudencias, el bueno de Juan le preguntó:

__Caramba Belén...¿qué le parece lo de su nieta?

__¿Cuál de ellas mijo? __le dijo Belén.

__La hija de Magdalena...lo que pasó ayer cuando María envenenó a Betica.

 

Y cutuplún...Belén se desmayó. 

Diez minutos más tarde Juan y su ayudante subían al apartamento a mi abuela Belén desfallecida y al ver a mi hermana que preguntó que pasaba, Juan, con mucho cuidado le dijo:

 

__Nada mija...no pasa nada, lo que pasa es que yo no sabía que ella no sabía que María, la hija de Magdalena, envenenó a Betica

 

Y....no....mi hermana no se desmayó...pero pegó gritos y gritos y gritos sin escuchar la aclaración de Juan y llamó a mi papá y le dijo __María envenenó a Betica...ay ay...no sé...no sé...deja ver...Juan...¿entonces mi hermana se murió?__Y Juan ya sin aliento, le explicó que yo estaba en casa, tomando claras de huevos batidos sin azúcar y sopa de pollo que había mandado el médico, pero que no había pollo porque estaba en falta.  

 

Horas después, yo mecía la muñeca que me había regalado la mujer de mi papá en el pequeño silloncito de cuerdas plásticas azules cuando las dos alas de la puerta de dos aguas de la entrada de la casa, se abrieron estruendosamente y apareció mi padre, hermoso, enorme, alto como escaleras al cielo, con dos pollos blancos en las manos. Entró en dos zancadas llegó a la sala y se enfrentó a la mirada de mi madre chiquitica y gordita que se secaba las manos en su trapo de cocina. 

__¿Por qué no me llamaste?...

__¿Llamarte, para qué? ¿Tú eres médico? Es más, chico, se muere, la entierro y no te llamo.

 

Mi padre apretó las patas de los pollos y los tiró al piso con impotencia:

__Ahí tienes...pa que le hagas sopa.

 

Dio media vuelta y salió sin dejar rastro.

 

Los dos pollos que cayeron junto a mis pies descalzos, fueron los únicos que entendieron que yo estaba ahí, viéndolo todo. 

 

 

Fecha de Publicación: 04/20/20

Comentarios

Deja tu Comentario

Loading
Your message has been sent. Thank you!