Soliloquia

¿Qué será que tiene mi mirada que hay gente que le asusta?...

 

Se hace la luz y estoy parada en el centro del escenario. Miro un punto fijo. La luz ilumina un teléfono que suena. Mis ojos en él. Nadie llama. Mis oídos vacíos miran hacia adelante donde no hay nada. Suena una olla de presión. Respiro hondo...apurada. Se escucha un portazo tan alto que calla mi aliento. Silencio. Mi cabeza va de un lado a otro en un NO constante. Una vez. Otra vez. Lo niego todo. De nuevo: NO... Es lo único que sé, aunque no sé. Mis hombros suben y bajan en una duda constante. Suena un disco rallado. Se oye un frenazo altísimo y suelto un grito de perra atropellada aaaahhhhh... aaaahhhhh... aaaahhhhh 

cual orgasmo largo, largo, largo y laaargo como una nota tenida que rompe los vidrios que vuelan en el tiempo. Abro los ojos y un paisaje nuevo alivia mi miedo que disimula en el silencio.  Mi canto canta sin voz. Una vez.  Otra vez. Y de nuevo...

SILENCIO

Nada...

Nada de nada...

No sé lo que le pasa a la gente cuando le pasa algo. No sé qué siente cuando le aprieta la vida. Y mira que pregunto, ¿ok?. Créeme, siempre pregunto, no lo puedo evitar. A veces me pregunto qué puedo hacer y la respuesta que me llega es como una música que se detiene cuando apagas la radio ¿sabes de lo que hablo?... ¿No? ...Bueno... te explico: 

 

Es como si se fuera la luz y de pronto, te apagas. 

 

De donde yo vengo, se iba mucho la luz. 

Y nunca me pregunté porqué se iba la luz. 

Era tan natural. Por eso crecimos sin respuestas. Mi gente nació con la costumbre de la oscuridad. ¿Entiendes? Por ejemplo, mi madre, cuando callaba, se oscurecía. Sólo se iluminó cuando me dio a luz... aunque ese día, perdió tanta sangre, que casi se apaga. Dicen que un enfermero que la vio sobre la camilla que estaba en el pasillo del hospital, se dio cuenta de que se puso oscura y gritó un grito tan fuerte que le avisó a los que podían re-encender su vida y la encendió. En otro momento no habría importado, pero ése era un domingo día de las madres y nadie podía morir ese día, no cuando nací yo, no estaba permitido, era una orientación que venía de arriba. Por eso el enfermero le bajó el párpado inferior a mi madre moribunda y cuando vio lo que vio, pegó tal grito de alerta, que la alertó. En ese momento sonaron las alarmas y ¡A vivir se ha dicho! Y mi madre vivió. Al enfermero lo nombraron Enfermero Destacado y pusieron su foto en el mural...con un clavo...que era lo único que había...pero quedó flojo, o sea, el clavo quedó flojo y la foto del enfermero dio la vuelta y su cabeza quedó hacia abajo y la mitad de su pecho hacia arriba...el pobre...era una posición un poco incómoda. Mi madre lo vio, dos días después, porque iba saliendo del hospital conmigo en los brazos y lo vio...se acercó al mural, se puso al revés, vio la foto del enfermero destacado con la cabeza hacia abajo y se dio cuenta de que ese enfermero veía las cosas torcidas.  Mi madre supo ese día, que había tenido una segunda oportunidad y abrió los ojos. Mi madre aprendió muy bien la lección, porque la aprendió con sangre. Luego crecí viendo a mi madre muy ocupada porque tenía que coser para comer y pegarme para vivir. Ella sabía que yo tenía que aprender.  "La letra con sangre entra", decían todos. Eso lo decía mi madre, porque antes lo habían dicho mi abuela y la abuela de mi abuela y la abuela de la abuela de mi abuela, así que aquello de aprender, estaba tan bien dicho que mi madre lo cumplía marcando mi nalga con la franja roja que dejaba la correa de mi padre...pero sólo la correa, porque mi padre no estaba. La correa fue lo único que dejó mi padre antes de irse y cuando mi madre se acordaba de que mi padre no estaba, botaba la correa en represalia y usaba su chancleta. Hay días que me pica la suela de la chancleta de mi madre en mi muslo. La correa no me pica, pero la chancleta si, no sé porqué. Mi madre levantaba su voz de chancleta... la recuerdo muy bien y me pica. Mi padre nunca me dio la luz, por eso no me pica. Cuando veía a mi padre me encandilaba. Él era un hombre tan hombre que me cegaba. Un día le dije "Voy a tener un hijo" y miró a su alrededor y al no ver a otro hombre cerca, se confundió tanto, que mató un perro. No fue su culpa, sólo quiso tomarle la delantera a aquel perro doméstico que se aventuró a cruzar la calle antes de que él pasara y una vez visualizado, mi padre quiso cederle el paso, pero a su espalda. Mi padre no sabía que en cuestión de perros, todo es muy confuso y a la hora de dar la espalda, el que sobrevive, siempre, es el más perro. Entonces fue que parí a mi hijo, al que le hago este cuento. Con todo y perros, mi padre era tan bello... yo lo vi... Yo levantaba la mirada y ahí estaba él, cuando estaba... y cuando no estaba, que era la mar de veces, lo veía hombrísimo cuando miraba hacia arriba, como escaleras al cielo. Yo era muy chiquita, y creo que lo sigo siendo, porque sigo mirando hacia arriba y no veo nada.  Mi padre hablaba alto, incluso cuando miraba. Él era muy contundente. Él me miraba y yo me callaba rapidito. Ahora nadie me calla. Ahora soy sorda. Ahora no hay nadie. Su mano era de hombre. Su mano era tan grande que cabía en toda mi nalga y poblaciones adyacentes. Lo sé porque una vez me pegó... yo me chupaba el dedo y me pegó. Sólo una vez... que yo recuerde... sólo una vez...al menos una vez que recuerde mi nalga, porque a mi dedo lo olvidé, no faltaba más... Pero no sé, dicen que las nalgas no tienen buena memoria o puede que mi nalga esté acostumbrada o anestesiada, no sé, ahora estoy confundida...quiero decir que las nalgas me confunden, a veces, pero sólo cuando pienso...o sea: cuando pienso en nalgas, se me nubla el pensamiento y bueno, eso pasa en las mejores familias, ¿no?...digo que las familias siempre se callan las nalgas. Por ejemplo, yo conocí a una familia tan confundida, que de tanto pegar, se pegó al techo. Lo sé, te lo juro, créeme que lo sé. Eso fue a lo más alto que llegó esa familia que era grandísima, grandísima y yo estaba ahí...no me preguntes por qué, pero yo estaba allí y la vi...y es que a veces una es testigo de lo que después te puede pasar a ti y por eso te sientas a esperar que te pase alguna cosa como si tal cosa y de pronto te pasa lo contrario, por suerte...por eso yo todavía no me he pegado al techo, no, yo no... en cambio mi madre, sabía  que había que dar el ejemplo y me lo dio, ella vivió la soledad y me la dio completica, pero, gracias a Dios y por si acaso, me dio una caja de fósforos y me dijo: "busca una luz, aunque sea una linterna" y la encontré, ya de grande y se la di a mi hijo, que tiene una perra y la sabe amar... Mi madre me salvó, sin saber, porque me dio una luz. Ella fue una Juana de Arco, sin flecha pero sin triunfo y le pusieron María. Ese era un nombre más apropiado para la época y para el caso, que aunque no es lo mismo, si era igual. Ella me dijo: "No te dejes joder" Y yo la seguí el pié de la letra: Antes de que otros me jodan, me jodo a mi misma. Es más seguro.

Fecha de Publicación: 04/02/20

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